El que se esforzare hasta el final, ese sera salvo. Cuando el Señor dice esto, no lo dice para que caigamos y nos levantemos, lo dice para que nos esforcemos continuamente soportando tentacion, tras tentación. Llevando esfuerzo sobre esfuerzo.
martes, 17 de abril de 2012
Esfuerzate....
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martes, 10 de agosto de 2010
Nunca solo
¿Puede usted sentir la soledad de ese apartado lugar? ¿La humedad de esa cueva? ¿Puede sentir el desaliento de David? ¿Las profundidades en que se encuentra hundida su vida? No hay forma de evitarlo. No le queda nada. Nada.
Pero en medio de todo esto, David no ha perdido de vista a Dios. Clama al Señor que lo rescate. Es aquí donde podemos ver el verdadero corazón de este hombre, el lugar interior que sólo Dios ve realmente, esa cualidad invisible que Dios vio cuando eligió y ungió al joven pastor de ovejas de Belén.
David ha sido llevado al lugar donde Dios puede realmente comenzar a moldearlo y utilizarlo. Cuando el Dios soberano nos reduce a la nada, es para redirigir nuestra vida, no para ponerle fin. La perspectiva humana dice: “¡Ajá! Perdiste esto, perdiste aquello. Causaste esto, causaste aquello. Arruinaste esto, arruinaste aquello. ¡Acaba de una buena vez con tu vida!”. Pero Dios dice: “No, no lo hagas. Tú estás ahora en una cueva, pero eso no significa que es el fin. Esto significa que es el momento de dar un nuevo rumbo a la vida. ¡Ahora es el momento de comenzar de nuevo!”. Esto es exactamente lo que Él hace con David.
Tenemos a un David quebrantado, al final de la cuerda, sin ninguna ayuda... con el espíritu deshecho. ¿Y quiénes vienen a él? Sus mismos hermanos y su padre, junto con el resto de la familia. A veces, cuando usted se encuentra en una cueva no quiere tener a nadie a su alrededor. A veces, usted no puede soportar estar con otras personas. Detesta reconocerlo públicamente en realidad, usted generalmente no lo reconoce. Pero es cierto, a veces, usted desea simplemente estar solo. Y tengo la sensación de que en ese momento de su vida, David no quería tener a nadie alrededor de él. Porque si él no se consideraba de valor para sí mismo, no veía su valor para los demás.
David no quería tener a sus parientes cerca, pero ellos vinieron. No los quería allí, pero Dios los trajo de todas maneras. Me encanta el hecho de que ellos se metieran a rastras en esa cueva a estar con él.
viernes, 6 de agosto de 2010
Alma gemela
Usted no tiene que rogarle a un amigo íntimo que le haga un favor; eso fue ciertamente el caso con Jonatán. “Y Jonatán se quitó la túnica que llevaba y se la dio a David, junto con otras prendas suyas, inclusive su espada, su arco y su cinturón” (2 Samuel 18:4).
Jonatán quería darle a David algo que le pertenecía a él y que fuera de valor. Eso es lo que hacen los amigos. Nunca son mezquinos con lo que tienen. Más tarde, Jonatán le dice a David: “Haré por ti lo que tú digas” (1 Samuel 20:4).
Esa es la promesa de un amigo íntimo. Usted nunca es una carga para un amigo íntimo. Él no lleva a la cuenta de los favores que le hace. Un amigo íntimo está siempre dispuesto a animar el hombro cada vez que se necesite cualquier ayuda. Lo que prevalece es el desprendimiento.
Un amigo íntimo es un defensor leal frente a los demás. No es un amigo solamente en los tiempos de prosperidad. No hablará en contra de usted cuando usted no esté cerca. La Escritura nos dice que: “Jonatán habló bien de David a su padre Saúl” (1 Samuel 19:4). Esto era muy significativo, porque Saúl no era sólo el rey y padre de Jonatán, sino también porque, en ese tiempo, Saúl había tomado la decisión de ser enemigo de David. Pero Jonatán se enfrentó a su padre y le dijo: “Papá, estás equivocado en cuanto a David”. De hecho, no sólo defendió a su amigo, sino que también censuró a su padre por su actitud hacia él.
¡Qué amigo tan maravilloso fue Jonatán! En él no había mezquindad ni envidia ni celos. Después de todo, Jonatán, por ser hijo de Saúl, podía haber sido el heredero indiscutible. Podía haber deseado la alabanza del pueblo, pero allí estaba ese muchacho de las colinas de Belén, recibiéndolo todo. Sin embargo, Jonatán salió en defensa de su amigo David en contra de su propio padre, que estaba dispuesto a quitarle la vida. Esto es lo que pudiéramos llamar teología esencial. Esto es poner la fe en acción. Jonatán salió en defensa de David porque era su amigo.
Copyright © 2010 por Charles R. Swindoll Inc. Reservados mundialmente todos los derechos.
jueves, 5 de agosto de 2010
Dios te dice: Confía en mí
1 Samuel 17:48-51. Lo único que David tenía era una honda y una piedra cuando se enfrentó al gigante que llevaba puesta una armadura de noventa kilos de peso. Puede parecer absurdo, pero así es cómo Dios hace las cosas. Se escuchó un zuum, zuum, zuum, una piedra que voló por los aires y eso fue todo. Goliat cayó como un saco de arena. ¿Quedan algunos gigantes más por allí?
No sé cuál es el gigante que te está atemorizando el día de hoy. Puede ser tu trabajo, tu compañero de habitación o tu escuela. Puede ser una persona, una demanda judicial, el desempleo, un desastre.., quizás, incluso, tu pareja. Tal vez se trate de un temor que está acechándole a la vuelta de la esquina, consumiendo sus energías y apagando su fe. Dios le está diciendo a usted ahora mismo: “Lo único que te pido son cinco piedras lisas y una honda de fe. Eso será suficiente. No tienes que ponerte la armadura de otra persona. Sólo confía en mí. Yo te despojaré de todo, y sólo conservarás la fe. Luego lograré una victoria donde yo recibiré la gloria... Pero en lo que respecta a ti... confía en mí”.
Es posible que no sepas qué hay a lo largo del valle. Quizás no puedes captar el sentido de lo que es un gigante, pero está allí, inquietándole. La sola incertidumbre es un gigante en sí. Pero mire esa preocupación en comparación con el Señor con Dios mismo, y diga por fe: “La batalla es tuya, Señor. Es tu batalla. Me apoyo en ti. Te doy todas mis armas, toma mis habilidades, y me pongo de pie delante de ti, confiando en ti”.
Es el amor de Dios por nosotros es lo que hace que Él nos lleve al final de nuestras fuerzas. El Señor ve nuestra necesidad de confiar en Él, y su amor es tan grande que no nos dejará vivir un día más sin que le rindamos nuestros brazos, y le entreguemos nuestros temores, nuestras preocupaciones y nuestra confusión, para que nada se vuelva tan importante para nosotros como nuestro Padre celestial.
Nunca, nunca lo olvides: ¡La batalla es del Señor!
Copyright © 2010 por Charles R. Swindoll Inc. Reservados mundialmente todos los derechos.
No sé cuál es el gigante que te está atemorizando el día de hoy. Puede ser tu trabajo, tu compañero de habitación o tu escuela. Puede ser una persona, una demanda judicial, el desempleo, un desastre.., quizás, incluso, tu pareja. Tal vez se trate de un temor que está acechándole a la vuelta de la esquina, consumiendo sus energías y apagando su fe. Dios le está diciendo a usted ahora mismo: “Lo único que te pido son cinco piedras lisas y una honda de fe. Eso será suficiente. No tienes que ponerte la armadura de otra persona. Sólo confía en mí. Yo te despojaré de todo, y sólo conservarás la fe. Luego lograré una victoria donde yo recibiré la gloria... Pero en lo que respecta a ti... confía en mí”.
Es posible que no sepas qué hay a lo largo del valle. Quizás no puedes captar el sentido de lo que es un gigante, pero está allí, inquietándole. La sola incertidumbre es un gigante en sí. Pero mire esa preocupación en comparación con el Señor con Dios mismo, y diga por fe: “La batalla es tuya, Señor. Es tu batalla. Me apoyo en ti. Te doy todas mis armas, toma mis habilidades, y me pongo de pie delante de ti, confiando en ti”.
Es el amor de Dios por nosotros es lo que hace que Él nos lleve al final de nuestras fuerzas. El Señor ve nuestra necesidad de confiar en Él, y su amor es tan grande que no nos dejará vivir un día más sin que le rindamos nuestros brazos, y le entreguemos nuestros temores, nuestras preocupaciones y nuestra confusión, para que nada se vuelva tan importante para nosotros como nuestro Padre celestial.
Nunca, nunca lo olvides: ¡La batalla es del Señor!
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martes, 3 de agosto de 2010
Aflojando la Careta – Cómo Empezó Todo
En el transcurso de nuestra existencia muchas veces sucumbimos ante la tentación de ocultar quiénes somos realmente por medio de diversos tipos de máscaras. Lo triste de todo es que a pesar del aparente control que nos producen en diferentes circunstancias, las huellas que esas máscaras dejan en nuestra vida son sumamente dolorosas al aislarnos de aquellos cuyo amor y aceptación realmente necesitamos.
Este estudio lo saque de la pagina de Visión para Vivir. En este estudio el Dr. Charles Swindoll nos muestra la necesidad que tiene el ser humano de amor y aceptación, y nos enseña la forma de Dios para obtener gozo y libertad en una relación abierta y sincera con los demás.
lunes, 26 de julio de 2010
Cualidades que trascienden
1 Samuel 16:1-11; 1 Samuel 17:34-35. Vamos a 1 Samuel 17. Aquí vemos a David, de pie junto a Saúl, mientras un gigante avanza pesadamente allende el distante horizonte.
Saúl dice:
— ¿Quién eres tú?
—Yo soy David.
Saúl dice:
— ¿Dónde estabas?
—Con las ovejas de mi padre.
Entonces Saúl le dice:
—No puedes luchar contra este filisteo. No eres más que un chiquillo.
Aunque es apenas un adolescente, David responde sin titubear:
—Tu siervo ha sido pastor de las ovejas de su padre. Y cuando venía un león o un oso y tomaba alguna oveja del rebaño, yo salía tras él, lo hería y la rescataba de su boca. Si se levantaba contra mí, yo lo agarraba por la melena, lo hería y lo mataba (1 Samuel 17:34, 35).
¿De dónde obtuvo David esa valentía? La había aprendido estando solo delante de Dios. ¿Qué clase de hombre es este David? Un hombre de la realidad. Un hombre que seguía actuando con responsabilidad cuando nadie lo estaba viendo.
Goliat no era ningún problema. ¿Por qué razón? Porque David había estado matando leones y osos sin que nadie lo viera. Había estado enfrentando la realidad antes de alistarse para pelear contra Goliat.
David pudo haber vivido hace muchos siglos, pero las cosas que podemos aprender de él son tan actuales como la salida del sol de esta mañana. Dos de ellas me vienen a la mente.
Primero: es en las cosas pequeñas y en el aislamiento que nos demostramos a nosotros mismos que somos capaces de hacer cosas grandes. Si quieres ser una persona con una visión, debe cultivar el hábito de hacer bien las cosas pequeñas. ¡Allí es cuando Dios forma nuestro carácter!
Segundo: cuando Dios desarrolla nuestras cualidades internas, Él nunca tiene prisa. Cuando Dios desarrolla el carácter lo hace a través de toda una vida. Él no tiene apuro.
Es en el aula del aislamiento y el anonimato que aprendemos a ser hombres y mujeres de Dios. Es de los maestros de la monotonía y de la realidad que aprendemos cómo “jugar a ser reyes”. Así es cómo nos convertimos, al igual que David, en hombres y mujeres conformes al corazón de Dios.
Saúl dice:
— ¿Quién eres tú?
—Yo soy David.
Saúl dice:
— ¿Dónde estabas?
—Con las ovejas de mi padre.
Entonces Saúl le dice:
—No puedes luchar contra este filisteo. No eres más que un chiquillo.
Aunque es apenas un adolescente, David responde sin titubear:
—Tu siervo ha sido pastor de las ovejas de su padre. Y cuando venía un león o un oso y tomaba alguna oveja del rebaño, yo salía tras él, lo hería y la rescataba de su boca. Si se levantaba contra mí, yo lo agarraba por la melena, lo hería y lo mataba (1 Samuel 17:34, 35).
¿De dónde obtuvo David esa valentía? La había aprendido estando solo delante de Dios. ¿Qué clase de hombre es este David? Un hombre de la realidad. Un hombre que seguía actuando con responsabilidad cuando nadie lo estaba viendo.
Goliat no era ningún problema. ¿Por qué razón? Porque David había estado matando leones y osos sin que nadie lo viera. Había estado enfrentando la realidad antes de alistarse para pelear contra Goliat.
David pudo haber vivido hace muchos siglos, pero las cosas que podemos aprender de él son tan actuales como la salida del sol de esta mañana. Dos de ellas me vienen a la mente.
Primero: es en las cosas pequeñas y en el aislamiento que nos demostramos a nosotros mismos que somos capaces de hacer cosas grandes. Si quieres ser una persona con una visión, debe cultivar el hábito de hacer bien las cosas pequeñas. ¡Allí es cuando Dios forma nuestro carácter!
Segundo: cuando Dios desarrolla nuestras cualidades internas, Él nunca tiene prisa. Cuando Dios desarrolla el carácter lo hace a través de toda una vida. Él no tiene apuro.
Es en el aula del aislamiento y el anonimato que aprendemos a ser hombres y mujeres de Dios. Es de los maestros de la monotonía y de la realidad que aprendemos cómo “jugar a ser reyes”. Así es cómo nos convertimos, al igual que David, en hombres y mujeres conformes al corazón de Dios.
Copyright © 2010 por Charles R. Swindoll Inc. Reservados mundialmente todos los derechos.
jueves, 22 de julio de 2010
1 Samuel 16:1-11. La idea central de Pablo en su primera carta a los creyentes de Corinto era: “Yo no vengo a ustedes con agudeza o sabiduría humana, y por supuesto sin ningún físico impresionante ni una filosofía profunda. Por el contrario, vengo en el poder de Dios. Y hay una buena razón para ello”. Observe bien cómo lo dice Pablo:
Pablo dice: “Miren a su alrededor, corintios. Ustedes no encontrarán muchas personas importantes aquí”. ¿Por qué razón? Para que nadie pudiera vanagloriarse delante de Dios. Ese es un principio que tendemos a olvidar, porque muchos de nosotros todavía nos parecemos mucho a los griegos. Cuando buscamos personas a las cuales admirar como modelos o héroes a seguir, muchas veces somos influenciados o impresionados por cosas que son causa de vanagloria. Nos gustan las personas hermosas, inteligentes “exitosas”. Nos gustan las mejores y más brillantes. Nos enamoramos terriblemente de lo superficial. Lo superficial sigue impresionándonos mucho más de lo que nos gustaría reconocer. ¡Hasta elegimos a un presidente por lo bien que se ve en televisión! Pero Dios nos dice: “Esa no es la forma como yo hago mis elecciones. Yo elijo a unos "don nadie" y los convierto en "alguien”.
Esa es en pocas palabras la historia de cómo David fue elegido por Dios para ser rey.
"Pues considerad, hermanos vuestro llamamiento: No sois muchos sabios según la carne, ni muchos poderosos ni muchos nobles. Más bien, Dios ha elegido lo necio del mundo para avergonzar a los sabios, y lo débil del mundo Dios ha elegido para avergonzar a lo fuerte. Dios ha elegido lo vil del mundo y lo menospreciado; lo que no es, para deshacer lo que es, a fin de que nadie se jacte delante de Dios" (1 Corintios 1:26-29).
Pablo dice: “Miren a su alrededor, corintios. Ustedes no encontrarán muchas personas importantes aquí”. ¿Por qué razón? Para que nadie pudiera vanagloriarse delante de Dios. Ese es un principio que tendemos a olvidar, porque muchos de nosotros todavía nos parecemos mucho a los griegos. Cuando buscamos personas a las cuales admirar como modelos o héroes a seguir, muchas veces somos influenciados o impresionados por cosas que son causa de vanagloria. Nos gustan las personas hermosas, inteligentes “exitosas”. Nos gustan las mejores y más brillantes. Nos enamoramos terriblemente de lo superficial. Lo superficial sigue impresionándonos mucho más de lo que nos gustaría reconocer. ¡Hasta elegimos a un presidente por lo bien que se ve en televisión! Pero Dios nos dice: “Esa no es la forma como yo hago mis elecciones. Yo elijo a unos "don nadie" y los convierto en "alguien”.
Esa es en pocas palabras la historia de cómo David fue elegido por Dios para ser rey.
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